sábado, 12 de junio de 2010

LAS VESTIDURAS LITURGICAS Y SUS COLORES

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Hay que tomar conciencia del vestido, el vestido es un tipo de LENGUAJE que revela algo del que lo lleva. Hay vestidos adecuados para cada finalidad, para cada tipo de actividad o función que ejercemos: hay ropa común, de diario, y de fiesta, incluso existe la ropa llamada dominguera (cuando se trata de ropa para ir a la Iglesia. Cosa muy acentuada sobre todo en algunas regiones). Tenemos ropa de trabajo y ropa para estar en casa. En fin ropa para todas las ocasiones. (hay incluso quienes guardan en sus roperos la ropa con que desean ser enterrados).

El tipo de ropa para el trabajo muchas veces indica nuestro GRUPO SOCIAL y el TIPO DE SERVICIO que hacemos: el overol del obrero, la bata del médico, el uniforme del policía, el del estudiante, el del bombero, el vestido clerical del sacerdote, el hábito del religioso, etc. nos indican que pertenecemos a determinado cuerpo colectivo. Muchas veces se lleva adelante o atrás el logotipo de la firma donde trabajamos, el nombre de la Institución en la que estudiamos, el emblema de nuestro equipo de futbol, traemos la marca en la ropa, podemos decir que la misma ropa NOS MARCA. (o lo que pretendemos ser o lo que los otros quieren que seamos). Al mismo tiempo imprime en cada uno de nosotros una marca. Es como si la ropa marcase nuestro cuerpo, nuestra mente, nuestra alma, nuestro espíritu. SOMOS LO QUE VESTIMOS. Quien ha trabajado en dramas o en teatro, sabe que el vestido nos ayuda a asumir nuestro personaje. Nos ayuda a "TRANSFORMARNOS". Si, la ropa tiene que ver con la identidad de la gente. Si no, que lo digan los presos. (sobre todo en algunos países, son obligados a dejar su propia ropa, pierden su libertad, y en cierto modo su personalidad). Desnudar a alguien puede significar quitarle la dignidad, el ejemplo vivo lo encontramos en la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo, y en la Estación del Viacrucis que hace alusión a este hecho.

VESTIR una determinada ropa significa asumir la personalidad correspondiente, significa asumir una identidad. Por esto se afirma con pasión "defender la camiseta", en el sentido de asumir una causa.

En las Sagradas Escrituras encontramos el manto ligado a la función del rey o a la misión del profeta. Así por ejemplo el Profeta Agías rasgó el propio manto en doce partes para significar la división del reino de Salomón después de su muerte (1Re. 11,29-32). El profeta Elías dejó su manto a Eliseo, pasándole así su misión y su poder de Profeta (1Re. 19,19ss; 2Re 2,14ss).

El manto puede ser señal de la propia persona, de la propia vida, como en el caso de los oficiales que cubrieron con sus mantos las gradas por donde iba a pasar Jehú, el nuevo Rey de Israel, significando con esto que se ponían a su disposición, bajo sus órdenes. Muchas personas hicieron lo mismo cuando Jesús hizo su entrada Triunfal a Jerusalén (Mc. 11,8). Y en el Evangelio de Juan el mismo Jesús se quitó el manto para lavar los pies de los discípulos y luego se lo volvió a poner. NO se trata de un gesto ordinario, banal; es señal de que su vida está a punto de ser entregada a la muerte de cruz para recuperarla en la resurrección (Jn. 13,3 y 12; Cfr. 10,17)
Así no es de extrañar que en la Liturgia el vestido tenga su importancia, tanto para los ministros como para todo el pueblo que celebra. El vestido mejor que nos ponemos para ir a la Celebración (en esto nos dan ejemplo los del Camino Neocatecumenal), puede ser un recuerdo de la vestidura nueva, (vestidura blanca) que recibimos el día de nuestro bautismo, como señal de nuestra pertenencia a Jesucristo.
Durante mucho tiempo la vestidura litúrgica fue monopolio del Clero (y del grupo de monaguillos, que eran considerados semilleros de futuras vocaciones), ahora existe un miedo de "vestir" a los Ministros (especialmente a los Laicos: lectores, acólitos), porque se cree que ésta vestidura separa a los Ministros de los demás, haciendo que aparezcan como una extensión del Clero; esta mentalidad es propia de quienes consideran que la vestidura Litúrgica tiene una connotación de poder. Sólo el que vestía el Alba o la Casulla "podía" mezclarse con lo sagrado.
En realidad hoy percibimos que el sentido de la Vestidura -si expresa poder o servicio-, depende de quien lo ejerce y de cómo se ejerce ese ministerio. Luego, si determinados ministros empiezan a usar también una vestidura litúrgica, de acuerdo con su función, esto puede ser una expresión de la valorización de estos ministerios ejercidos por los Laicos: lectores, acólitos, ministros del Bautismo, animadores del canto... Puede ser una expresión de una Iglesia que reconoce, agradecida, la diversidad de dones, carismas y ministerios. Y la mayor diversidad de modelos y de colores en las vestiduras revela una sabia y hace mucho tiempo esperada evolución en dirección a la inculturación.
Es una ley cultural, que tiene su fuerza pedagógica, el llevar especiales vestidos para especiales ocasiones. El vestido diferencia a las personas y a las circunstancias (luto, bodas, fiesta, etc.) El vestido apunta a la naturaleza del misterio que celebramos. Una Misa en la que el que Preside no se viste de modo especial, "valdría" igual; pero ciertamente sería una celebración muy poco digna y poco expresiva de lo que la comunidad cristiana entiende de la Eucaristía. El vestido quiere expresar que lo que se hace allí no es meramente un dialogo entre amigos, sino una "Celebración" eclesial. No es el caso de absolutizar la importancia de un vestido o de otro. Jesús criticó duramente a los fariseos y sacerdotes de su tiempo por la idolatría en que habían caído en relación a pequeños detalles, entre ellos el vestido. Pero el otro extremo sería el descuidar la función que tanto en la vida como, sobre todo, en la celebración cristiana pueden tener las formas de vestir, sobre todo cuando se trata de los Ministros que actúan en ella.
Los Ministros se revisten en la Celebración cristiana porque:
"En la Iglesia que es el Cuerpo de Cristo, no todos los miembros desempeñan un mismo oficio. Esta diversidad de ministerios se manifiesta en el desarrollo del sagrado culto por la diversidad de las vestiduras sagradas, que, por consiguiente, deben constituir un distintivo propio del oficio que desempeña cada Ministro. Por otro lado estas vestiduras deben contribuír al decoro de la misma acción sagrada" (IGMR 297) (y ayudan a entender el misterio que celebramos).
Entonces estas vestiduras DISTINGUEN LAS DIFERENTES CATEGORIAS DE LOS MINISTROS. Es apenas obvio que el Obispo, por la plenitud del ministerio que tiene en la comunidad cristiana, signifique con algún distintivo su identidad: Báculo (pastor de una grey), la Cruz Pectoral, el Solideo, la Mitra... Es lógico que el que PRESIDE la Eucaristía (Presbítero u Obispo), en nombre de Cristo, se revista de un modo determinado, que ha venido a ser CON LA CASULLA. Aclaremos que estas vestiduras no están pensadas para separar a los Ministros de la Comunidad cristiana que celebra la Eucaristía, es "pueblo Sacerdotal", con una dignidad radicalmente igual, que le viene del Bautismo. No son estos vestidos signos de poder o de superioridad. Son unos signos simbólicamente eficaces, que recuerdan a todos que ahora no están actuando como personas particulares en su oración o en su predicación sino como ministros de Cristo y de la Iglesia. Que están actuando "In persona Christi" y también "in persona Ecclesiae". Se distingue, pero sin separar.

Las vestiduras litúrgicas sirven también para ayudar al decoro, a la estética festiva de la celebración y por supuesto para manifestar la famosa Koinonía. No se trata de hacer ostentación de riqueza, sino de mostrar, por el mismo modo exterior de actuar, el aprecio que se tiene a lo que celebramos.
Los fieles cristianos han acentuado con vestidos diferentes la solemnidad o las características de lo que celebran: matrimonio, el bautismo (imposición de la vestidura blanca), éste último refleja el nuevo estado del cristiano, es un estado de gracia, de "revestimiento" de Cristo. (Gal. 3,26; Rom. 13,14). Su dignidad y el don de la nueva vida en Cristo, se significan oportunamente con un vestido blanco. En este caso el vestido quiere ayudar a entender la profundidad del Sacramento del bautismo. (Ap. 7,9; Ap. 19,9).

UN POCO DE HISTORIA

Son los Ministros, especialmente el Presidente de la Celebración, los que tradicionalmente se revisten con atuendos especiales en el ejercicio de su ministerio. Ya en la liturgia de los judíos se concedía importancia -a veces exagerada- a los vestidos de los celebrantes. Se veía en ellos un signo del caracter sagrado de su acción, de la gloria poderosa de Dios y de la calidad de sus ministros. (Cfr. Ecclo. 50,11).

Sobre como fue apareciendo el vestido especial como distintivo de los actos litúrgicos, hubo sus controversias, como las que actualmente existen; por ejemplo el Papa San Celestino I del Siglo V en una carta a los Obispos de las Provincias de Vienna y Narbona se quejaba porque algunos Presbíteros hayan introducido vestidos especiales, decía:


"¿Porqué introducir distinciones en el hábito,
si ha sido tradición que no?.
Nos tenemos que distinguir de los demás por la
doctrina, no por el vestido;
por la conducta, no por el hábito; por la pureza
de mente, no por los aderezos exteriores"


En los primeros siglos no aparece que los ministros cristianos significaran tal condición con vestidos especiales o diferentes lo cierto era que lo hacían con vestidos normales de fiesta, con las túnicas grecorromanas largas. Y poco a poco se dió una evolución: se estilizaron los hábitos normales hasta adquirir una identidad de vestidos litúrgicos. Con ello a la vez se denotaba el caracter diferente de la actividad celebrativa, la distinción de los Ministros y el tono festivo de la Celebración. Se buscaba una pedagogía para el culto sagrado y se deseaba que, en la vida normal, no hubiera ninguna distinción entre los Ministros y los demás fieles. (Así el año 530 del Papa Esteban prohibía a los Sacerdotes ir vestidos de forma especial fuera de la iglesia y lo mismo San Gregorio Magno). Fue a partir del Siglo IX cuando se "sacralizó" con mayor fuerza el tema de los vestidos, buscándoles un sentido más bien alegórico, interpretando cada uno de ellos en sentido moral (el alba indicaba la pureza, la Casulla el yugo suave de Cristo) o como referencia a la Pasión de Cristo o como imitación de los Sacerdotes del A.T. Y a la vez se empezó a bendecir los ornamentos y a prescribir unas oraciones para el momento de revestirlos. En rigor hay que decir que los actuales vestidos litúrgicos son herencia de los trajes normales de los primeros siglos; cuando en la vida profana se dejaron de usar, se determinó seguir usándolos en el culto porque se veía la pedagogía expresiva que podían tener para entender mejor el papel de los ministros y la naturaleza de la celebración.

Ultimamente diversos Episcopados, ateniéndose a la flexibilidad que el mismo Misal sugiere (IGMR 304), han pedido y obtenido de roma un reajuste en el vestido litúrgico del que preside la Eucaristía, con una solución que tiende a unificar la Casulla, el Alba y la Estola (Argentina, Brasil, Canadá, Filipinas, Francia...)

Unas leyes que hoy están presididas por la sencillez, por la dignidad en la belleza, sin ampulosidad, pero también sin tacañería, de modo que exista autenticidad también en este signo: Unos verdaderos vestidos, nobles y dignos, que favorezcan el aprecio a la misma celebración y el ejercicio del ministerio de los Ministros.

Nos ayudan a entender el misterio que celebramos porque expresan elocuentemente que estos ministros están animando una celebración sagrada, se está teniendo una verdadera experiencia sacramental de la gracia de Cristo, un encuentro con el Cristo presente en su Palabra, en su Eucaristía, en la misma comunidad reunida en su nombre. Y esta acción misteriosa y sagrada se realiza con signos exteriores diversos de los ordinarios. Expresan pedagógicamente la dignidad de la acción sagrada, "ambientan" el encuentro con Dios, siguen recordando a los ministros su papel de tales en este encuentro misterioso. En una Liturgia llena de palabras, tenemos que dejar hablar a los SIGNOS.

Recordemos que los vestidos litúrgicos se derivan del traje civil greco-romano. Las pinturas de las catacumban dan un feaciente testimonio de esto. El vestido de las Celebraciones Litúrgicas no se diferenciaba en nada del vestido civil. Y esto continúo durante mucho tiempo incluso después de la Paz Constantiniana. Cuando en Occidente, al final del siglo VI, se cambia el vestido al estilo de los Bárbaros invasores, se reservó el antiguo para el uso litúrgico y eclesiástico. La Iglesia conminó para que se mantuviesen sin alteración alguna los vestidos antiguos, y ese es el origen de que exista para la liturgia un vestido especial. Un ulterior desarrollo y transformación sufrió el vestuario litúrgico en la época Carolingia, durante la cual los vestidos propios de cada una de las órdenes, a excepción de la casulla, así como las insignias episcopales, salvo la mitra, quedaron determinadas hasta la forma en que hoy se conservan, últimamente con algunos reajustes propios de la moda y de la época. Fue en este periódo donde se perfecciona el atuendo del Obispo (cáligas -sandalias o zapatos de todos los colores litúrgicos-, guantes, anillos, mitra, sobrepelliz, incluso se introduce la Capa Pluvial). Es durante esta época que crece exhorbitantemente el prestigio de la casta Episcopal, lo que se expresaba en la riqueza de la indumentaria. Y también donde se determina el cómo se deben vestir los Acólitos, los subdiáconos (con una tunicela en forma de dalmática y su manípulo, propio de los subdiáconos), los diáconos.


EL ALBA:

En el traje usado por los romanos en tiempo del Imperio hay que distinguir el vestido interior y el exterior. El vestido interior, prescindiendo de la faja lumbar y calzones cortos, lo constituía esencialmente la TUNICA, vestido amplio en forma de camisa, más bien corta en un principio, sin mangas y atada con dos cintas que la sostenían sobre los hombros, más tarde en el siglo IV fue con mangas hasta las muñecas y larga hasta los talones. (tunica talaris et manicata) Era de hilo blanco o de color blanco., de ahí el nombre de ALBA que recibió en la Edad Media. Se adornaba con dos galones purpúreos (clavi), más o menos anchos según la dignidad de la persona, que descendían paralelos por la parte delantera. Dentro de casa se dejaba caer suelta, pero en público se ceñía al cuerpo con un cinturón y se levantaba un poco por delante para mayor comodidad al andar.

Es la antigua túnica talar de los griegos y romanos. Como vestido ya completamente litúrgico se menciona ya en el Concilio de Narbona del 598, Siglo V. A partir del siglo X se adornó con un franja alrededor en su parte inferior y en las bocamangas, en el siglo XV aparecieron los encajes. Hoy se busca la sencillez. SIGNIFICA la PUREZA, según se expresaba con toda claridad en la oración que el Sacerdote decía al vestírsela para celebrar la misa.


EL CINGULO:

Entre los antiguos era el complemento imprescindible de la Túnica, al menos para salir a la calle. No siempre ha tenido la forma de cordón. Hasta el siglo XV fué muy general la forma de faja, que se adornaba con bordados, piedras preciosas, láminas de oro y plata. SIMBOLIZA la mortificación que debe ceñir a nuestro cuerpo para la guarda de la preciosa virtud de la castidad.


LA DALMATICA:

Introducida por Cómodo (+192), era una especie de túnica para llevarse sobre la talar, diversa de ésta por ser bastante más corta (hasta las rodillas) suelta y provista de unas mangas más anchas que no pasaban del codo (siglos II - III). Se usaba mucho como vestido de paseo, llevaba como adorno dos listas o claves purpúreas, que caían perpendicularmente por delante; a veces se adornaba con dibujos en forma de palmas (túnica palmata) o de circulitos rojos, a modo de estrellas, dentro de anillos. Provenía de Dalmacia y se convirtió en el vestido propio de Senadores y de otras personas distinguidas. Muy pronto pasó al uso Cristiano: en las catacumbas se ven figuras de "orantes" con dalmática. A partir del siglo IV se hizo característica de los Obispos y luego de los diáconos. En algunas regiones se conserva que los Obispos visten la dalmática debajo de la Casulla. La Dalmática aparece como vestido litúrgico en un fresco del siglo III en las catacumbas de Priscila. El fresco representa la consagración de una virgen, realizada por un Obispo (acaso el mismo Papa) vestido de Dalmática y Pénula. En el siglo siguiente el LIBER PONTIFICALIS la recuerda como un distintivo de honor concedido a los diáconos romanos por el Papa Silvestre (314-335). En tiempo de los Carolingios, empero, al imponerse en las Galias la Liturgia Romana, la Dalmática aparece como de uso bastante común a pesar de que los Papas continuaban entregándola como un privilegio. Se fue acortando desde el siglo XI y hacia el siglo XII se comenzó a abrirla por los costados, en el siglo XVI se rasgaron incluso las dos mangas atando luego los bordes con cintas.


LA CASULLA:


Procede de la antigua PENULA ROMANA o del FELONION GRIEGO (ésta era un vestido de lana pesado, en forma redonda, cerrado por todas partes y provisto de una capucha -cucullus-; con un orificio en el centro para introducir la cabeza, para levantar las manos era preciso levantar de los lados los bordes y hecharlos sobre los brazos y los hombros por esto se le llamó CASULLA (o casa pequeña). Se usó en el invierno y luego se le fue adornando incluso para las fiestas hasta llegar a alcanzar un puesto privilegiado entre los Senadores Romanos y los círculos patricios. En el culto se usó desde los primeros tiempos. Ya en el siglo II aparece en una pintura de las Catacumbas. Como vestido específicamente litúrgico aparece en primer lugar en el seudo Germán de París. En España en el Concilio IV de Toledo (633). Según el Ordo I. "El Papa, al llegar a la Iglesia estacional, se reviste de los ornamentos sagrados, el último de los cuales es la Casulla".

Durante siglos conservó la Casulla su forma amplia, noble y elegante. Pero tal forma tenía el inconveniente de impedir el movimiento de los brazos, más si la tela era pesada y rica (como sucedió en el Imperio Carolingio). Por esto en el Siglo X-XI, se la comienza a recortar por delante en forma redonda, como el vestido sacerdotal de los griegos, o más comúnmente en forma de ángulo, lo cual resultaba antiestética. Sucesivamente fue tomando diferentes formas: de Campana, de elipsis, en el siglo XI se le comenzó a recortar por los lados y llegó a la figura conocida en los siglos XVII-XX con el ingnominioso nombre de GUITARRA, con la protesta de algunos como San Carlos Borromeo.
Ahora vemos el florecer de la CASULLA (Greco-romana y no gótica, como algunos pretendieron confundir), siendo adalides de ésta paises como Alemania e Inglaterra a mediados del siglo XX y no con buenos ojos por parte de Roma. El 20 de agosto de 1957 la Sagrada Congregación de Ritos deja al arbitrio de los Ordinarios el que éste estilo de Casulla vuelva a resurgir en el seno de la Iglesia. La decoración de ésta ha variado con el tiempo, hoy se prefieren sobrias, y si se adornan suele hacerse con signos eminentemente litúrgicos (aunque no sobran las que aparecen con imágenes de Jesús -bajo sus diferentes advocaciones- o de la Santísima Virgen María)
La Casulla es la que caracteriza al que preside la Eucaristía y las celebraciones unidas a ella (IGMR 299). Los concelebrantes en principio son invitados también a revestirse de casulla, pero se permite que por motivos razonables puedan vestir sólo Alba y Estola (IGMR 161). Es de desear que la Casulla del que Preside sea diferente en dignidad y decoro de las que usan los que Concelebran.
La Casulla simboliza la CARIDAD y la dimensión Sacerdotal de quien la usa. Lo mismo que significa el yugo del Señor.

LA ESTOLA:
Su origen es bastante oscuro. Por una parte parece que se deriva del paño sudario llamado ORARIUM entre los griegos, que servía para limpiarse el sudor, y por otra , en la iglesia siempre aparece como signo de honor y de dignidad; así lo considera el canon 22 y 23 del Concilio de Laodicea, hacia la mitad del siglo IV, con respecto a los diáconos, quienes ya entonces la llevaban en el hombro izquierdo pero sin ceñir.
El Concilio de Braga del año 675 prescribió que los sacerdotes la llevasen cruzada en el pecho. Para diferenciarlo del Obispo que la dejaba sobre sus hombros y caía libremente sobre su pecho hasta más abajo de las rodillas.

En Roma se encuentran los primeros testimonios en el siglo XI, (hacia el año 800). Según el Ordo Romanus IX, los diáconos y Sacerdotes recibían el día de su Ordenación un ORARION que había sido colocado la noche anterior sobre la tumba de San Pedro. La ESTOLA simboliza la inmortalidad y el yugo del Señor.

EL PALIO:

De proveniencia griega, era el traje de los filosófos, el que llevaron Jesús y los Apóstoles por lo cual Tertuliano hizo un particular elogio de esta prenda. Consistía en un paño rectangular de lana, tres veces más largo que ancho, que se ponía echando una tercera parte sobre el hombro izquierdo, de forma que esa parte cayese por delante del brazo izquierdo; los otros dos tercios se pasaban por la espalda, recogiendo lo restante la mano derecha y volviéndolo a hechar sobre el hombro izquierdo. En el siglo IV el Palio se cambió por la Pénula, la cual era más cómoda. En Africa, muy especialmente se usó la LACERNA después del siglo I, ésta era un mantillo corto, a manera de esclavina, abierto por delante, que se echaba sobre los hombros y las espaldas y se sujetaba sobre el pecho por medio de la lígula, pieza de paño o de cuero con dos botones o también con una correílla. San Cipriano se la puso en el momento del martirio. Parecido a esta prenda era el BYRRUS, con la diferencia que ésta tenía capucha (de uso muy frecuente en Africa). El Palio poco a poco se fue reduciendo alcanzando las dimensiones que hoy tiene, una cinta de lana blanca, en forma de collarín , que lleva adosada seis cruces de seda negra, que utilizan los Arzobispos Metropolitanos encima de la Casulla, y que prenden a ella con alfileres normalmente lujosos.

"En el plazo de tres meses a partir de la consagración episcopal, o desde la Provisión canónica (Cfr. cc. 146, 147. Es un acto jurídico de naturaleza administrativa por el que se dota de titular a un oficio erigido), si ya hubiera sido consagrado, el METROP0LITANO, (preside la Provincia -Cfr. 431- el Metropolitano, que es a su vez Arzobispo de la Diócesis que le fue encomendada -Cfr. 435-) personalmente o por medio de procurador, está obligado a pedir al ROMANO PONTIFICE el PALIO, que es signo de la potestad de la que, en comunión con la Iglesia Romana, se halla investido en su propia provincia.
El Metropolitano puede usar el Palio a tenor de las Leyes Litúrgicas, en todas las Iglesias de la Provincia Eclesiástica que preside, pero no fuera de ella, ni siquiera con el consentimiento del Obispo Diocesano". (Cfr. c. 437)

EL ROQUETE:

Llamado también camisia, alba romana, subta y en Alemania Sarcos, sarcotium, es una derivación del Alba que en la Edad Media llevaban los Eclesiásticos, y sobre la cual se colocaban el Alba propiamente dicha, para el uso litúrgico. En el Concilio IV de Letrán se recomienda a los Obispos que vistan incluso fuera de la iglesia SUPERINDUMENTA LINEA. Como hábito peculiar de los obispos y prelados seculares fué poco a poco conocido en todas partes, y más tarde sancionado en el Ceremonial de los Obispos, Con los privilegios obvios concedidos después a los Cabildos.

(Cfr. c. 503 "El Cabildo de canónigos, catedralicio o colegial, es un colegio de Sacerdotes, al que corresponde celebrar las funciones litúrgicas más solemnes en la iglesia catedral o en la Colegiata; compete además al cabildo Catedralicio cumplir aquellos oficios que el Derecho o el Obispo diocesano le encomiendan")

LA CAPA PLUVIAL:

En los países meridionales de Europa a partir del siglo IX se llamó pluviale, o mejor pluvialis; en cambio en los pueblos del norte se le llamó simplemente CAPPA. Tiene su origen en la antigua LACERNA o BIRRUS, convenientemente alargada hasta debajo de las rodillas. Fue en su época una capa con su capucho (cucullus) que llevaban en los días solemnes los miembros más conspicuos de las comunidades Monásticas y especialmente los principales cantores. En el Siglo XI la capa pluvial era ya de uso general. El cucullos se reemplazó por un pedazo de tela de corte triangular para darle decoración a manera de cuello, que se fue agrandando a partir del siglo XIV. El broche asumió una importancia ornamental característica. La hornamentación de la capa consistía en una AURIFRISIUM bastante ancho de tal manera que una vez colocada cayese por delante como dos columnas verticales. Normalmente esta capa es de uso SACERDOTAL que se usa en: rezos solemnes, Te Deum, Procesiones, (-de ramos-) bendición de la Pila bautismal, en el rezo a los difuntos. Con esta CAPA están en relación el MANTUM PAPAL, de color rojo, que desde el siglo XI constituía juntamente con la Tiara, las insignias características de la dignidad Pontificia, tal es así que tal imposición de la capa al nuevo Romano Pontífice, era de mucha importancia y solemnidad.

LA CAPPA MAGNA, es una prenda bastante amplia y provista de ancho capullo y cola bastante larga (cauda) Es de color rojo la de los Cardenales y viólacea la de los Obispos y Arzobispos (este vestido es muy común en la Ciudad del Vaticano).

LA MITRA:

Es cierto que los Obispos y Sacerdotes cristianos de los primeros siglos no usaron prenda alguna sobre la cabeza durante los servicios litúrgicos. (algo si muy difundido en el culto pagano). San Pablo había mandado que los hombres orasen descubiertos (1Cor.11,4). El Liber Ordinum de la Liturgia Mozárabe lo considera como uno de los ornamentos de la Abadesa. En la vida doméstica, tanto los hombres como las mujeres llevaban ordinariamente un gorro, de procedencia oriental, de forma semiesférica baja, llamado Pileus porque originariamente se hacía de fieltro. Probablemente de estos gorros nacieron la MITRA EPISCOPAL y la TIARA PONTIFICIA. El "CAMALAUCO" era un gorro bajo y redondo, de color blanco, aparece como ornamento papal en las monedas de Sergio III (904-911) y Benedicto V (974-983). A principios del siglo XI esta insignia litúrgica pontificia, el Papa comienza a concederla en privilegio a Obispos, Abades y Sacerdotes de fuera de Roma. Inocencio II la menciona ya como un distintivo ordinario del Obispo. Al principio fue un gorro blanco cónico achatado y bajo, luego se le fue haciendo un surco formado en el centro destacándose dos bultos prominentes laterales (CORNUA). Por razón de estética a los dos cuernos o picos se les hizo girar de modo que no se alzaran sobre las sienes, sino sobre la nuca y la frente. (aproximadamente desde el 1150ss). Las dos franjas pequeñas que desde un principio llevó la mitra colgando por detrás o por los lados es vestigio de una usanza del tiempo, sugerida por la necesidad de sujetarla al mentón. Hoy se les llama "INFULAS". Clemente IV fue el primero que en 1266 reglamentó el uso de la Mitra Abacial.

IMPOSICION DE LA MITRA. (después de la entrega del anillo), el que preside impone en silencio la mitra al Ordenado. -Pontifical Pg. 76-. En el Número 60 del Ceremonial de Obispos se lee:

"El Obispo usa la Mitra de ordinario, cuando está sentado, cuando hace la homilía, cuando saluda, cuando habla o hace las moniciones, cuando bendice solemnemente al pueblo, cuando realiza gestos sacramentales, en las procesiones. El Obispo no usa la Mitra: Para las preces introductorias, las oraciones, la oración universal, la Plegaria Eucarística, la lectura del Evangelio, para los himnos (si se cantan estando de pie) en las procesiones en las cuales se lleva el Santísimo Sacramento o las Reliquias de la Santa Cruz del Señor, y en presencia del Santísimo Sacramento expuesto".

EL BACULO:

(Baculus, pedum, farula, cambuta) La mención más antigua como insignia litúrgica de los Obispos y Abades es quizá la que se contiene en el Liber Ordinem español, que se remonta por lo menos al siglo VII. Luego alude a él el canon 28 del Concilio IV de Toledo (633). San Isidoro de Sevilla (+636) ve en el Báculo un símbolo de la autoridad Episcopal. Las primeras representaciones del Báculo no son anteriores al Siglo VIII. La forma más antigua del báculo era la de un asta de madera, rematada en una bola o en una cruz, como se ve en un famoso díptico de Monza, también terminada en un pequeño travesaño horizontal de hueso o de marfil, a modo de Tau griega, por lo cual se le dió el nombre Tau a esta clase de báculos. En el siglo XIII terminaban en forma de espiral en donde se esculpían el Cordero Crucífero o el Arcangel San Miguel contra el Dragón, pero al final de ese mismo siglo los báculos fueron adornados de estatuillas, de una riqueza extraordinaria. Incluso se llegó a colgar del báculo una especie de Sudarium a modo de pañuelo ricamente adornado (como respeto al prelado que lo empuñara y que su sudor no lo ensuciara) -ya podemos darnos cuenta de donde surgió el manto que llevan los PORTA
INSIGNIAS, de las Celebraciones con Obispo-.

En la Consagración Episcopal, al entregar el Báculo Pastoral al Ordenado se dice:

"Recibe el Báculo, signo de tu oficio Pastoral, y cuida de toda tu grey, porque el Espíritu Santo te ha constituido Obispo, para que apacientes la Iglesia de Dios". (Pontifical Pag. 76)
El Obispo puede usar el báculo en las Ceremonias que presida en el territorio de su Diócesis, más no por fuera de ella, sin el consentimiento del Obispo del Lugar (Ceremonial de los Obispos N.59) Y en éste mismo número se dice:
"Cuando varios Obispos están presentes en la misma celebración, sólo el Obispo que preside, lo usa. El Obispo usa el Báculo con la curvatura dirigida hacia el Pueblo o sea vuelta ante sí. El Obispo lo usa de ordinario en la procesión, para escuchar la lectura del Evangelio, para hacer la homilía, para recibir los votos, las promesas o la profesión de fe, y para bendecir a las personas a no ser que tenga que hacer la imposición de las manos"


EL ANILLO:
En España el anillo pastoral, símbolo de los desposorios místicos entre el Obispo y su iglesia, formaba parte de las insignias episcopales ya a principio del siglo VII. El Concilio IV de Toledo (633) y San Isidoro de Sevilla lo mencionan expresamente. El uso del anillo, más que por razones simbólicas, parece que se introdujo para que el Obispo pudiera autenticar sus propios actos (como una especie de sello). En el siglo IX ya el anillo era de uso general entre los Obispos. El Obispo normalmente lo lleva en el anular derecho. El Papa usa el famoso "anillo del pescador" para sellar sus documentos. Es de oro y lleva grabada la imagen de San Pedro sobre una barca de pescador, en torno el nombre del Pontífice reinante. Se desconoce su origen y tal parece que el actual Pontífice no lo usa. En el Ritual de la Consagración de un Obispo, al entregarle el anillo se le dice:
"Recibe este anillo, signo de fidelidad
y permanece fiel a la Iglesia, esposa santa de Dios"

El Ceremonial de los Obispos N. 58, dice que debe llevarlo siempre el Obispo.


LA CRUZ PECTORAL:

Parece que tiene su origen en la ENCOLPIA, que era una especie de amuleto que usaban los antiguos cristianos sobre el pecho. Estas eran láminas de metal muy delgadas y frecuentement en forma de cruz que contenían reliquias de mártires o cosas santas, sentencias del Evangelio, invocaciones de Dios, o trocitos de la vera Cruz. Como ornamento Litúrgico del Papa aparece mencionada la primera vez por Inocencio III, quien hace observar que la llevaba sobre el pecho. Pero en su tiempo era ya casi de uso general por parte de los Obispos. (El Ceremonial de los Obispos en los Números 61 y 62 nos dice:

"La CRUZ PECTORAL se usa debajo de la casulla o de la dalmática o del pluvial; en cambio, se usa sobre la muceta. El Arzobispo residencial que haya recibido ya del Romano Pontífice el Palio, lo lleva sobre la casulla, dentro del territorio de su jurisdicción, cuando celebra la MISA ESTACIONAL, o por lo menos con gran solemnidad, cuando hace las Ordenaciones")


LOS COLORES LITURGICOS:

En los primeros siglos cristianos no se halla rastro de colores litúrgicos propiamente dichos. Lo cierto es que hubo una variedad de colores que eran señal de las tendencias místico-simbólicas. El primero que trató con cierta amplitud de los colores litúrgicos y dió normas en esta materia fue Inocencio III (+1216) en su "De Sacro altaris Mysterio". Dice que eran cinco los colores usados por la Iglesia de Roma: blanco, rojo, verde, negro y morado. El negro y el morado se consideraron siempre afines. En atención a su riqueza, está permitido el uso de ornamentos con trama de oro (tela de oro) en substitución del color blanco, verde y rojo y no así del morado. Por el año de 1864 se concedió a todas las Iglesias de España el uso del Color Azul en las Fiestas de la Santísima Virgen María.

EL BLANCO:

Es el color más adecuado para celebrar:
-La Navidad y la Epifanía
-La Pascua en toda su cincuentena
-Las fiestas de Cristo y de la Virgen a no ser que por su cercanía al misterio de la cruz se indique el uso del rojo.
-Las fiestas de ángeles y Santos que nos sean Mártires.

El Blanco aparece como el color privilegiado de la celebración cristiana. Se utiliza también para la Unción y para el Viático.

EL ROJO:

Es el color elegido:
-En la Celebración del Domingo de Pasión (Ramos) y el Viernes Santo.
-En Pentecostés (fuego, vida)
-Exaltación de la Santa Cruz.
-Fiesta de los Apóstoles Evangelistas y Mártires (Por su cercanía ejemplar y testimonial a la Pascua de Cristo).
-La Confirmación (se puede celebrar con vestiduras rojas o blancas)

EL VERDE:
Es el color del Tiempo Ordinario. Esas 34 semanas en las que no se celebra un Misterio concreto de Cristo, sino el conjunto de la Historia de la Salvación y sobre todo el Misterio Semanal del DOMINGO como el DIA DEL SEÑOR. Color de Paz, de serenidad, de esperanza. Frutos que se exigen de este tiempo Ordinario.

EL MORADO:

Con todo lo que apunta de discreción, de penitencia, y a veces de dolor, es el color con que se distingue la Celebración del Adviento y la Cuaresma así como las Celebraciones penitenciales y las exequias cristianas.

EL COLOR ROSA:

Que nunca había cuajado en la Historia de la Liturgia, queda como posible. Se señala para los domingo que marcan EL ECUADOR del Adviento y de la Cuaresma: El Domingo "GAUDETE" (tercero de adviento) y "LAETARE" (cuarto de Cuaresma). Seguramente se ha debido a la pedagogía de un tiempo que ha llegado a su mitad y quiere adelantar de alguna manera con un color sorprendente (y flores y música), la meta festiva que sigue.

EL AZUL:
Es un color privilegiado para celebrar la Solemnidad de la Inmaculada. Aunque en el Misal Romano no aparezca.

Una fiesta. Una idea, un acontecimiento celebrado, puede expresarse también y puede suscitar actitudes de fe a través de ese signo del color, suponiendo que ha sido elegido precisamente en consonancia con lo que es la identidad más propia de una celebración. Según el Misal, queda abierta la práctica para una evolución (IGMR 302); siempre es la misma finalidad, que los diversos elementos que se emplean en la liturgia sirvan para una celebración más consciente y profunda de un Misterio. No importa tanto el color con que se celebra SINO SUBRAYAR LA IMPORTANCIA DE UNA FIESTA. Piénsese por ejemplo en que la FIESTA DE SAN JOSE, cae normalmente en CUARESMA, pero es importantísimo celebrarla de color Blanco. En el Bautimos de niños se pide el color festivo, celebrativo: Blanco, dorado, amarillo.


“El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la Vida Eterna”

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